«El privilegio de leer y escribir. Hace cinco mil años, los escribas utilizaban ya la hoja, la tinta y la pluma».
Georges Jean, La escritura, archivo de la memoria.

La historia del antiguo Egipto se divide en seis dinastías que se extienden desde el 3300 al 20 a. de Cristo. Al contrario que la antigua cultura china, la civilización egipcia se caracteriza por un profundo sentido de lo religioso. Esta cultura politeísta no pierde de vista lo trascendente, ni siquiera en el ámbito científico educativo.
El educador egipcio.

Se trata de una persona con poder: el faraón, el visir, el sacerdote y el escriba. En casa, los padres también son considerados educadores.
Mención especial merece la figura y el papel de la mujer egipcia, pues se considera adelantada para su época en comparación con otras culturas antiguas como la hindú o la china.
La mujer es libre para negociar en público. Numerosas obras la muestran comiendo, bebiendo y negociando sin necesidad de ir acompañada. Además, también en la casa, goza de poder. La transmisión de los bienes y propiedades en herencia se realizaban por línea femenina.
El antiguo Egipto combina muy bien el conocimiento práctico científico (matemáticas, astronomía, medicina) con el religioso sapiencial y didáctico.
La cualidad esencial que debe adquirir todo aprendiz o estudiante es la docilidad, solo así aprenderá a escuchar bien lo que el sacerdote le dicta. El alumno copia, memoriza y recita, pero debe hacerlo con atención pues de lo contrario recibirá un castigo físico en su espalda.
La escritura es esencial en la antigua cultura egipcia. Aprender a escribir bien requería años de dedicación. Destaca la escritura jeroglífica, la hierática y la demótica. Además de esta materia, destacan cinco más en el currículo escolar: el lenguaje, el culto a los dioses, la música, la astrología y el cuidado del cuerpo. Estamos ante una cultura obsesionada con dejar por escrito todo lo que le acontece.
La formación de un alumno comenzaba en casa, bajo la enseñanza de los padres, quienes iniciaban a sus hijos en las costumbres domésticas, religiosas y sociales. Además, el joven aprendía el oficio familiar. Sin embargo, para iniciarse en la lectura y en la escritura, debía incorporarse a la escuela elemental para continuar después en la superior, más técnica y profesional.
Fuente bibliográfica: OLEGARIO NEGRÍN FAJARDO, JAVIER VERGARA CIORDIA , HISTORIA DE LA EDUCACIÓN, Editorial universitaria Ramón Areces (UNED)